
Al intenar modernizarse, el diario londinense tuvo que enfrentarse a sindicatos británicos de impresores que no estaban de acuerdo con el cambio tecnológico que se estaba produciendo. Esta disputa empresarial provocó su cierre. El diario salió casi arruinado de esta conflicto y tuvo que venderse en 1980 a Rupert Murdoch, uno de los grandes magnates de la prensa mundial.
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